Foto: Elyxandro Cegarra |
Francisco
Diez decidió descansar. Después de 39 años de carrera en los banquillos
consideró que fue suficiente. “Es tiempo de darle paso a otros”, apuntó hace un
par de semanas cuando oficializó su retiro.
“Paco” es uno de los pioneros del baloncesto en Venezuela. Su relación con la disciplina data de 1956, cuando lanzaba balones en una cancha ubicada en la parroquia caraqueña San Bernardino. Desde entonces no ha abandonado el tabloncillo; aunque su pasantía como jugador fue la primera de varias facetas que ocupó tanto en la selección nacional como en la Liga Profesional de Baloncesto.
Fue base armador de la Vinotinto, director técnico, gerente y hasta presidente del Comité Organizador en el reciente Premundial de Caracas. No son pocas las historias que almacena en el “disco duro”, como le gusta denominar a la memoria. El excoach de Panteras de Miranda contó cuáles fueron los momentos más duros de su carrera, incluyendo un pasaje con el actual propietario de Trotamundos de Carabobo, Germán Blanco Romero; los objetivos que le faltaron por cumplir; su preocupación por la próxima generación de entrenadores; y cómo fue su relación con el centro Richard Lugo.
La
historia de Diez pasa también por las aulas. Estuvo a punto de no ser
entrenador, sino químico. Además recordó el beneficio que cambió su vida,
cuando el presidente John Kennedy realizó un acuerdo de cooperación con
Venezuela ofreciendo becas de estudio.
-¿Cuál fue se primer vinculo
con el baloncesto?
-Comencé
desde muy niño en un colegio que se llamaba América, en San Bernardino, hace 57
años. Allí el deporte era una actividad contagiosa. Todos los días las canchas
estaban repletas. Luego en San Cristóbal se realizó el primer campeonato
infantil y yo representé a Distrito Federal (ahora Capital). Desde ese momento
se sucede una historia continua como jugador en categorías menores. Llegué a
juvenil y gané tres campeonatos nacionales. En esa época nace el baloncesto en
el país.
-¿Cómo podría describir el
baloncesto que se jugaba en aquella época?
-Nuestra
generación estuvo limitada por más de 10 años, porque estaba prohibido
participar internacionalmente, gracias a una sanción que sufrió el beisbol,
pero que el baloncesto en solidaridad también padeció. Era un básquet muy
pueblerino y casero. No venían entrenadores de afuera, tampoco jugadores. Allí
se perdió una generación. Cuando levantaron la suspensión, Venezuela tiene su
primer contacto internacional en los años 70. En ese momento yo me fui a
estudiar a Estados Unidos.
-¿Por qué desistió seguir
como jugador y se inclinó por las estrategias?
-Tenía
mucha influencia de Gastón Portillo porque trabajé con él como asistente en la
Escuela Naval a finales de los sesenta. Detrás de mí venía una generación que
nos iba a pasar por encima y, como jugador, me mentalicé. Sabía que tenía mis
días contados.
-¿Cómo fue el proceso para
obtener la beca estudiantil?
-Era
muy joven. Decidí que me iba a preparar como entrenador de básquet, ya estaba
graduándome como profesor de educación física en el Instituto Pedagógico de
Caracas. Antes pasé por la Universidad Central de Venezuela, donde estudiaba
química, hasta que me dije: ‘¿Qué hago yo aquí? Luego Gané una beca que la
implementó para América Latina el presidente de Estados Unidos, John Kennedy.
Cuando el entrevistador me preguntó dónde yo quería estudiar le dije: ‘A
Springfield College Massachusetts porque allí nació el básquet’. Hice mi
maestría y vine con otro básquet en la cabeza. Cuando regresé tenía ese
gusanito interno porque el básquet no podía limitarse solamente a campeonatos
nacionales. Conversé con Leonardo Rodríguez y José Luis Puertas. Nuestra
propuesta de Liga Especial se le llevamos al presidente de la Federación
Venezolana de Baloncesto, Israel Sarmiento, y no dudo en apoyarla. Eso fue en
1974, allí comenzó mi transitar como entrenador.
-¿Se siente responsable de
la evolución del baloncesto en el país?
-Modestia
aparte, apareció un cambio radical en la forma de cambiar un equipo. Soy muy
humilde, pero te puedo decir con toda seguridad que la gente sabe de mi
trabajo. Una de las cosas más importantes para mí fue demostrar que se podía
jugar otro tipo de básquet. Comenzamos a jugar defensas extendidas, sistemas de
hombre a hombre. Los bases para atacar la presión. Antes solo se jugaba una
zona 2-3. No existían principios defensivos.
-¿Cuál fue el momento más
duro de su carrera?
- Fue
cuando Germán Blanco Romero, dueño de Trotamundos de Carabobo, me quitó el
sabor de mi primer campeonato (1987) por una discusión necia. Ganamos dos
juegos en Margarita, pero sostuvimos un intercambio de palabras, porque él
siempre ha querido ser más entrenador que los entrenadores. Antes de salir de
la isla me despidió. Eso fue duro, estar cerca del campeonato y no poder
vivirlo.
-¿Siente que quedó con
alguna deuda como entrenador?
-
Tuve muchos segundos lugares. Me tocó contra Guaiqueríes dos veces estando con
Caracas. También en Marinos, con quienes perdimos frente a Panteras de Miranda
en un séptimo juego. Y la más traumática fue con Gaiteros del Zulia, en 2000,
cuando Lee Nailon metió un tiro cayéndose en el último segundo para darle el
título a Cocodrilos de Caracas.
-¿Cuál fue el jugador más
difícil con el que debió lidiar?
-
(No titubeó) Richard Lugo. Somos grandes amigos hoy, pero nuestro transitar por
la cancha fue durísimo. Vivimos con mucha satisfacción aquellos tres títulos
suramericanos que logramos con Delfines de Miranda en 2001. Eso no lo ha
repetido ningún entrenador. Por lo menos tengo ese récord que no me lo ha
quitado nadie (sonrió). Eso ha sido lo que más he disfrutado. Lugo me acompañó
allí, pero ha sido el que me ha dado más dolores de cabeza por su forma de ser.
Tenía mis dudas cuando tomé a Guaiqueríes la última vez porque él iba a estar,
pero cambió. Me ayudó mucho cuando estuve allí.
-Si Lugo fue el más difícil,
¿A quién disfrutó dirigir?
-(Piensa
varios segundos) Yván Olivares. Tenía un carácter difícil. No era ninguna
‘mantequilla’, pero su dedicación, entusiasmo y liderazgo era impresionante.
-¿Qué opinión le merece la
próxima generación de entrenadores venezolanos?
-
Está grave. El único entrenador que veo en este momento con proyección es Carl
Herrera. No vislumbro otro a corto plazo. Las oportunidades de mejoramiento
profesional que tuve ya no existen. La situación económica impide que salgan constantemente a cursos
fuera del país. Nosotros fuimos 10 años seguidos a un taller de la Asociación
de Entrenadores de Estados Unidos, que coincidía con la final de la NCAA.
Tienen gran dificultad para actualizarse. No hay escuela de entrenadores, ese
es mi proyecto. Queremos hacer del Poliedrito una sede para ello. El nivel
sería de Técnico Superior Universitario, avalado por la Universidad
Iberoamericana del Deporte en Cojedes. El baloncesto menor en Venezuela está en
crisis. Somos quintos de Suramérica, después de que le ganábamos a Argentina y
Brasil.
-Consiguió muchas amistades
en el deporte, pero ¿Tiene alguna enemistad?
-No.
Gente que me grita desde las tribunas, sí. Debo tener el récord mundial de
mentadas de madre. Enemigos no tengo. El básquet no me la ha dado todo, pero
casi.
Publicado en el diario Meridiano el domingo 3/11/2013
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