sábado, 9 de noviembre de 2013

"Paco": "Richard Lugo fue el jugador más difícil que me tocó dirigir"


Foto: Elyxandro Cegarra

Francisco Diez decidió descansar. Después de 39 años de carrera en los banquillos consideró que fue suficiente. “Es tiempo de darle paso a otros”, apuntó hace un par de semanas cuando oficializó su retiro.

“Paco” es uno de los pioneros del baloncesto en Venezuela. Su relación con la disciplina data de 1956, cuando lanzaba balones en una cancha ubicada en la parroquia caraqueña San Bernardino. Desde entonces no ha abandonado el tabloncillo; aunque su pasantía como jugador fue la primera de varias facetas que ocupó tanto en la selección nacional como en la Liga Profesional de Baloncesto.


Fue base armador de la Vinotinto, director técnico, gerente y hasta presidente del Comité Organizador en el reciente Premundial de Caracas. No son pocas las historias que almacena en el “disco duro”, como le gusta denominar a la memoria. El excoach de Panteras de Miranda contó cuáles fueron los momentos más duros de su carrera, incluyendo un pasaje con el actual propietario de Trotamundos de Carabobo, Germán Blanco Romero; los objetivos que le faltaron por cumplir; su preocupación por la próxima generación de entrenadores; y cómo fue su relación con el centro Richard Lugo.

La historia de Diez pasa también por las aulas. Estuvo a punto de no ser entrenador, sino químico. Además recordó el beneficio que cambió su vida, cuando el presidente John Kennedy realizó un acuerdo de cooperación con Venezuela ofreciendo becas de estudio.

-¿Cuál fue se primer vinculo con el baloncesto?
-Comencé desde muy niño en un colegio que se llamaba América, en San Bernardino, hace 57 años. Allí el deporte era una actividad contagiosa. Todos los días las canchas estaban repletas. Luego en San Cristóbal se realizó el primer campeonato infantil y yo representé a Distrito Federal (ahora Capital). Desde ese momento se sucede una historia continua como jugador en categorías menores. Llegué a juvenil y gané tres campeonatos nacionales. En esa época nace el baloncesto en el país.

-¿Cómo podría describir el baloncesto que se jugaba en aquella época?
-Nuestra generación estuvo limitada por más de 10 años, porque estaba prohibido participar internacionalmente, gracias a una sanción que sufrió el beisbol, pero que el baloncesto en solidaridad también padeció. Era un básquet muy pueblerino y casero. No venían entrenadores de afuera, tampoco jugadores. Allí se perdió una generación. Cuando levantaron la suspensión, Venezuela tiene su primer contacto internacional en los años 70. En ese momento yo me fui a estudiar a Estados Unidos.

-¿Por qué desistió seguir como jugador y se inclinó por las estrategias?
-Tenía mucha influencia de Gastón Portillo porque trabajé con él como asistente en la Escuela Naval a finales de los sesenta. Detrás de mí venía una generación que nos iba a pasar por encima y, como jugador, me mentalicé. Sabía que tenía mis días contados.

-¿Cómo fue el proceso para obtener la beca estudiantil?
-Era muy joven. Decidí que me iba a preparar como entrenador de básquet, ya estaba graduándome como profesor de educación física en el Instituto Pedagógico de Caracas. Antes pasé por la Universidad Central de Venezuela, donde estudiaba química, hasta que me dije: ‘¿Qué hago yo aquí? Luego Gané una beca que la implementó para América Latina el presidente de Estados Unidos, John Kennedy. Cuando el entrevistador me preguntó dónde yo quería estudiar le dije: ‘A Springfield College Massachusetts porque allí nació el básquet’. Hice mi maestría y vine con otro básquet en la cabeza. Cuando regresé tenía ese gusanito interno porque el básquet no podía limitarse solamente a campeonatos nacionales. Conversé con Leonardo Rodríguez y José Luis Puertas. Nuestra propuesta de Liga Especial se le llevamos al presidente de la Federación Venezolana de Baloncesto, Israel Sarmiento, y no dudo en apoyarla. Eso fue en 1974, allí comenzó mi transitar como entrenador.

-¿Se siente responsable de la evolución del baloncesto en el país?
-Modestia aparte, apareció un cambio radical en la forma de cambiar un equipo. Soy muy humilde, pero te puedo decir con toda seguridad que la gente sabe de mi trabajo. Una de las cosas más importantes para mí fue demostrar que se podía jugar otro tipo de básquet. Comenzamos a jugar defensas extendidas, sistemas de hombre a hombre. Los bases para atacar la presión. Antes solo se jugaba una zona 2-3. No existían principios defensivos.

-¿Cuál fue el momento más duro de su carrera?
- Fue cuando Germán Blanco Romero, dueño de Trotamundos de Carabobo, me quitó el sabor de mi primer campeonato (1987) por una discusión necia. Ganamos dos juegos en Margarita, pero sostuvimos un intercambio de palabras, porque él siempre ha querido ser más entrenador que los entrenadores. Antes de salir de la isla me despidió. Eso fue duro, estar cerca del campeonato y no poder vivirlo.

-¿Siente que quedó con alguna deuda como entrenador?
- Tuve muchos segundos lugares. Me tocó contra Guaiqueríes dos veces estando con Caracas. También en Marinos, con quienes perdimos frente a Panteras de Miranda en un séptimo juego. Y la más traumática fue con Gaiteros del Zulia, en 2000, cuando Lee Nailon metió un tiro cayéndose en el último segundo para darle el título a Cocodrilos de Caracas.

-¿Cuál fue el jugador más difícil con el que debió lidiar?
- (No titubeó) Richard Lugo. Somos grandes amigos hoy, pero nuestro transitar por la cancha fue durísimo. Vivimos con mucha satisfacción aquellos tres títulos suramericanos que logramos con Delfines de Miranda en 2001. Eso no lo ha repetido ningún entrenador. Por lo menos tengo ese récord que no me lo ha quitado nadie (sonrió). Eso ha sido lo que más he disfrutado. Lugo me acompañó allí, pero ha sido el que me ha dado más dolores de cabeza por su forma de ser. Tenía mis dudas cuando tomé a Guaiqueríes la última vez porque él iba a estar, pero cambió. Me ayudó mucho cuando estuve allí.

-Si Lugo fue el más difícil, ¿A quién disfrutó dirigir?
-(Piensa varios segundos) Yván Olivares. Tenía un carácter difícil. No era ninguna ‘mantequilla’, pero su dedicación, entusiasmo y liderazgo era impresionante.

-¿Qué opinión le merece la próxima generación de entrenadores venezolanos?
- Está grave. El único entrenador que veo en este momento con proyección es Carl Herrera. No vislumbro otro a corto plazo. Las oportunidades de mejoramiento profesional que tuve ya no existen. La situación económica  impide que salgan constantemente a cursos fuera del país. Nosotros fuimos 10 años seguidos a un taller de la Asociación de Entrenadores de Estados Unidos, que coincidía con la final de la NCAA. Tienen gran dificultad para actualizarse. No hay escuela de entrenadores, ese es mi proyecto. Queremos hacer del Poliedrito una sede para ello. El nivel sería de Técnico Superior Universitario, avalado por la Universidad Iberoamericana del Deporte en Cojedes. El baloncesto menor en Venezuela está en crisis. Somos quintos de Suramérica, después de que le ganábamos a Argentina y Brasil.

-Consiguió muchas amistades en el deporte, pero ¿Tiene alguna enemistad?
-No. Gente que me grita desde las tribunas, sí. Debo tener el récord mundial de mentadas de madre. Enemigos no tengo. El básquet no me la ha dado todo, pero casi. 

Publicado en el diario Meridiano el domingo 3/11/2013


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