Foto: Archivo Diario Meridiano |
Sam
Shepherd (Carolina del Norte, 1953) siente que colaboró en el éxito de Greivis
Vásquez, a pesar de que nunca lo enseñó a lanzar un balón o a realizar un pase.
No tuvo responsabilidad directa, pero considera que influyó en él a través de
la televisión, tomando en cuenta que cuando el base de los Hornets de Nueva
Orleans estaba aprendiendo a jugar, el exjugador brillaba en los tabloncillos
nacionales.
El
otrora piloto de la selección nacional asegura que no busca llevarse crédito
por conquistas ajenas. “El principal responsable de su éxito es el mismo”,
dice. Sin embargo, destaca que su aporte en la carrera de Vásquez fue en la
niñez. “Él me vio jugar, fui uno de los estímulos para que estuviera en una
cancha. Esa fue mi parte”, agregó.
El orgullo
casi paternal que siente el nacido en la localidad de Lagrange lo reafirmó hace
unos días, cuando visitó el Wells Fargo de Filadelfia para observarlo enfrentar
a los Sixers. “¡El mago eres tú!”, le gritó Vásquez apenas lo vio. El afecto que
mostró el caraqueño le hizo rememorar a Shepherd todo lo que vivió en el país,
al cual llegó como extranjero para luego convertirse en la principal referencia
del baloncesto criollo, tanto en la recordada Liga Especial de Baloncesto como
en la selección nacional.
Vía
telefónica desde su residencia en Filadelfia, Shepherd contó lo que más extraña
de Venezuela. Igualmente conversó sobre lo que le faltó en su carrera y los
momentos más duros. Tampoco perdió la ocasión para detallar el porqué no
ostenta un cargo en la selección nacional, entre otros temas.
¿Le
llenó de orgullo ver a un venezolano en el mejor baloncesto del mundo?
-“Sí.
El día que lo fui a ver me senté a celebrar su progreso. Estoy muy contento de
ver a un venezolano en la NBA y haciendo un buen papel. De alguna forma le pasé
la antorcha, ya que claramente puede jugar en la posición de piloto con bastante
eficiencia. Gracias a Dios lo cambiaron a Nueva Orleans porque no me gustó como
lo manejaron en los Grizzlies de Memphis, apenas cometía un error lo sacaban. Greivis
sabe quién es la gente y está agradecido de los que abrieron un camino para él.
¿Qué
fue lo que le gustó más de Vásquez en cancha?
-“Tiene
plena confianza en sí mismo. Manda en la cancha, los muchachos lo escuchan y
tiene el respeto de ellos, al igual que de su coach (Monty Williams). Apenas
toman un rebote los buscan a él, es su equipo”.
¿Vásquez
le hace acordar a usted cuando jugaba?
-“No.
Él mide 1.98 metros de estatura y su juego es completamente diferente al mío.
En lo que sí nos parecemos es en la confianza y agresividad, pero yo jugaba con
más velocidad, algo que no tiene. Yo lanzaba todos los balones (risas), pero
logré títulos, quiere decir que pasé la pelota lo suficiente para ganar”.
¿Tuvo
muchos éxitos en el circuito local y la selección nacional, pero considera que
le faltó algo su carrera?
-“Dios siempre tiene un camino para las personas. El mío fue llegar a Venezuela,
nacionalizarme y jugar para la selección. Esa también es mi patria. Cuando era
joven me quejaba porque no había llegado a la NBA, pero a veces la gente tiene
suerte, otras no. Jugué en una universidad pequeña y eran otros tiempos. Esa
era mi sueño, pero pude llevar a Venezuela a los grandes escenarios. Fui parte
de eso”.
¿Qué
es lo que más extraña de Venezuela?
-“Todo.
Extraño la comida y la gente que me pide autógrafos. Me hace falta el pabellón
y el sancocho. Estuve veinticinco años allá con esa cultura y hasta puedo
cantar el himno nacional”.
¿Por
qué no siguió viviendo en el país?
-“Yo
me casé en Estados Unidos y como no hubo oportunidad de empleo para ser
entrenador o asistente en Venezuela me tuve que quedar anteniendo a mi familia. Algunas personas que
no conocen la situación dicen que no puedo regresar por el inconveniente que
tuve en Bolívar como director de deportes. Es lamentable que la gente piense
así y pretendan borrar veinticinco años de servicio. Yo no tenía experiencia en
el aspecto administrativo, entonces se contrató a alguien que no hizo bien su
trabajo. Pagué el precio de eso. No robé ningún dinero. Yo no soy político y
había mucha envidia”.
¿Qué
hace actualmente en Filadelfia?
-“Soy
agente de bienes raíces. Vendo y compro casas; además de realizar
remodelaciones. Pero siempre tengo afinidad por el baloncesto”.
¿Cuál
fue el momento más duro como deportista?
-“Hay
varios, pero el que puedo mencionar es jugar contra el ‘Dream Team’ de Estados
Unidos, en la final del Preolímpico de Portland, con treinta y nueve años y no
con veinticuatro. La diferencia es grande. No voy a decir que ganábamos ese
partido, pero en otras condiciones la diferencia de puntos hubiese sido menor
(terminó por 47) porque podría meter más la pelota”.
¿Qué
amigos le dejó el baloncesto?
-“Pueda
que olvide a alguien, pero me dejó cuatro en especial: Iván Olivares, Robert
González (representante de Greivis Vásquez en Venezuela), Alexander Nelcha y
Victor David Díaz; aunque tengo mucho tiempo sin hablar con él. También puedo
mencionar a Armando Becker y Luis
Jiménez. Muchos de ellos eran menores que yo y me decían señor (risas)”.
¿Y
enemigos?
-“Si
tú no tienes enemigos en la vida, no eres humano. Pero le pido a Dios que los
cuide al igual que mis amigos”.
¿Le
gustaría tener un cargo en la selección nacional?
-“Yo
estoy dispuesto a ayudar en cualquier lado, pero no sé qué pasa. Le deben
preguntar a Carmelo Cortez (presidente de Fevebaloncesto) porqué no estoy
invitado como posible entrenador en cualquier categoría o como asistente. No sé
porqué no me toma en cuenta, a pesar de que ya fui asistente de Julio Toro y
Mike Davis en la selección. Estuve en el Suramericano de 1995 y el Premundial
de 1997.
¿En
sus ratos libres juega baloncesto?
-"Si
tú me retas creo que puedes ganarme, incluso apostaría a ti (risas). De vez en
cuando lanzo mis pelotas y pueda que meta ocho tiros triples seguidos. Cuando
lo hago, recuerdo los buenos y los malos momentos. Además siempre corro para
mantenerme en forma. Imagínate que la gente me vea y diga: ‘Oh, Sam sí está
gordo’. Le pido a Dios que me dé las fuerzas para mantenerme en forma".
Publicado en el diario Meridiano el viernes 18/1/2013
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